(Advertencia: en proceso...)
I.
Democracia subjetivista
Indefectiblemente, o casi, toda condición
objetiva (en el campo social-político) es la resulta del acuerdo de dos o más
valoraciones subjetivas sobre una cosa (pública) o asunto. En tal sentido, la
democracia es producto de un subjetivismo con pretensión democrática. Ke una
decisión pública sea más o menos democrática depende de:
1. El en sí democrático de la cosa
pública o valor intrínseco obejtivo de esta.
2. La fuerza real-pública del argumento subjetivo
objetivizable (es decir, a transformar en argumento objetivo).
3. La relación entre 1 y 2.
4. La promoción de 1, 2 y/o 3.
5. La recepción de 4 por parte del público.
Así, se tiene ke un sentido de la democracia viene
dado por la aceptación/rechazo, por parte de un público o comunidad
determinada, de una promocionada valoración subjetiva de un número de sujetos
definidos ( siempre menor al constitutivo de la comunidad), en torno a un
asunto o cosa, a su vez, constituible (promocionable) como pública. Este
sentido de la democracia es una propuesta discursiva abstraída de los
planteamientos hacia la movilización del estudiantado colombiano, o más
precisamente dicho, de una buena parte de éste, ante la ley ke rige la
educación superior en Colombia.
Las valoraciones de esta sección del estudiantado,
promocionadas en el marco de una gran movilización estudiantil nacional,
cobraron una inusitada cierta popularidad y respaldo en gran parte de la
sociedad; lo ke presuposo una suficiente fortaleza ante la valoración
rivalizante del gobierno Santos, ke terminó avasallado a pesar de su estrategia
de promoción enfocada en los mass media con cargo al erario. Todo
esto se define parcial y temporalmente con el archivo, a finales de 2011, de
una reforma de ley presentada por este gobierno. Aunke resultaría miope
aseverar ke la claudicación momentánea del gobierno estuvo desligada de una
estrategia ceder poco-antes ke perder mucho y ke fue
producto de la preponderancia de la promoción valorativa estudiantil en el seno
de la comunidad estudiantil o de parte de la sociedad; sí es acertado observar
ke fue un elemento harto influyente, tanto así ke se reclamó por parte de
estudiantiles como una "clara victoria" ante Santos, en
tanto este lo reconoció, astuta y oportunistamente, como la capacidad de
diálogo, reflexión y construcción social, propias de una política de su gobierno.
Por otra parte, vale decir, la misma ley (30 de 1992,
aún vigente) guarda distancias valorativas entre los dos sujetos rivalizantes
primeros(Gobierno-estado vs. sección del estudiantado) respecto a la aplicación
de la ley y a su forma; no tanto así en torno a los principios ke sustentan las
definiciones contenidas en la ley y en su reforma gubernamental de 2011, o en
la propuesta de ley construida por la MANE y otras organizaciones sociales.
El
término "casi", al inicio resaltado, hace presumir la existencia de al menos un tipo de objetividad por fuera de acuerdos subjetivos. Tal presunción es válida
discursivamente en tanto la objetividad es ekivalente, o mejor, igualada (a la
fuerza, por alguna forma de violencia o violentación) a la subjetividad en los
contextos impositivos, autoritarios, absolutistas; cuyo elemento textual es el
sujeto impositor, autoritario y absoluto. Y es realizable y observable en los contextos de prácticas gubernamentales dictatoriales y de conductas particulares ke promueven su
exclusivo punto de vista, con pretensión de comportamiento universal, por los
medios ke sea, incluso el engaño o la falacia terminológica publicista cargada
de etiketas moralistas o políticamente correctas y de intereses socialmente
deseables, todas ellas como caretas a ponderaciones e intereses menores al del
grupo vinculante del sujeto promotor del bien democrático.
Es oportuno relativizar la
definición mínima del "grupo" según el objetivo o bien democrático
promovido, mediante el siguiente ejemplo. Si se trata de definir los temas a
tratar durante un curso de estudio, el grupo se define por akellas personas
interesadas en asistir al curso (incluido el guía).
Si se trata de definir democráticamente el pénsum de una carrera
universitaria, el grupo se define, en primera instancia y presuntamente, por
las personas pertinentes a esa carrera, profesores-directivos, estudiantes. Si
se trata de definir democráticamente la misión de la Universidad (o Institución de Educación Superior) X el grupo
definido es la comunidad universitaria X. Si se trata de definir el sentido de
la Universidad (o Educación Superior) en una nación, el grupo definido es (o debería ser) la sociedad
nacional guiada por las comunidades universitarias que a su vez constituyan una
especie de mancomunidad universitaria. Pero ¿cómo lograr la efectiva
participación política y democrática de una sociedad cuya naturaleza
socio-cultural históricamente se ha hecho de espaldas o sorda a las
reivindicaciones políticas; y hacerlo sin ke recaiga en la histórica
representacionalidad ke entraña un sentido democrático minimizante y
minimalista de las posibilidades políticas de participación, incidencia y decisión de la sociedad en los asuntos del poder público? En torno a esta cuestión habrán de apostarse los esfuerzos por
parte de akellos ke se reconozcan revolucionarios,
hacia la superación del enkiste participativo social ke mantiene atrofiado el
desarrollo de una democracia como apenas elecciones de representantes por parte
de una "mayoría" ke siempre ha sido minoritaria en Colombia.
En tanto persista tal atrofia en el régimen colombiano, si bien en su estructura y funcionamiento se plantea como uno democrático, es claro ke la incidencia de la participación ciudadana es de nada a poco relevante en las decisiones atinentes al poder público. Ke esto sea así, básicamente, se debe a dos factores preponderantes, el segundo más ke el primero, a saber:gobernantes y gobernados. Fácil y frecuentemente escuchamos decir cosas como "todos esos (gobernantes, congresistas, etc.) son unos corruptos", "son los mismos con las mismas", "eso es así y nadie lo cambia", etc. Difícilmente adoptamos una actitud y acciones tendientes a combatir la corrupción o mucho menos a socavar las bases sobre las ke se levanta la estructura del régimen ke propicia esa corrupción. Al contrario, se persiste en perpetuar las estructuras y formas participativas aúlicas del régimen corrupto. A lo ke se suma la admisión, como hecho de la realidad, según teóricos--además de gobernantes--de la "necesidad" de la corrupción en un marco constitucional democrático, claro está, no como una ley, sino como un efecto (defecto o desviación) realista de la aplicación de la ley misma. Del mismo modo, el argumento se amplía a toda práctica política (realpolitk) devenida del deber ser de la política. Pero lejos de ser una inevitable realidad de la política (y entonces de la democracia), es apenas un paradigma de la misma y es preciso diferenciarlo si se acoge una perspectiva revolucionaria sobre esa "realidad" política. Ahora bien, ningún paradigma, en su estricto sentido (como el ke define T. S. Kuhn), es superable en unos cuantos años y por teorías y prácticas fáciles, reformistas o revisionistas, aunke puedan servir de aportación a "nuevas formas del pensamiento". Y no lo hacen dado el arraigo mental del paradigma, de tal manera, ke codifica la realidad, produciendo modelos y eskemas de pensamiento, de tal fuerza, ke se confunden con la realidad misma sobre la ke se teoriza. Esto es especialmente evidente en las pretensiones economicistas de las ciencias sociales (como la misma ciencia de la economía y las ke procuran metodologías y arketipos epistemológicos abstraídos de esta). En estas, es recurrente la modelización de la realidad, a tal punto, ke ante nuevas exigencias reales (por fuera del modelo), los modelos son revisados, antes de llegar a caducar, son re-aceitados, guardando el espíritu modélico anterior; cuando no, ¡se falsea la realidad! (es de ingrata recordación, p. ej., cómo durante el gobierno Uribe Vélez, se aplica una nueva fórmula para calcular el índice de empleo en Colombia, ante el evidente incremento de desempleados; la fórmula produce una suavización estadística en el crecimiento de la curva de desempleo), por no ser, tal o cual realidad, adaptable al modelo predefinido y previamente aceptado por un canon economicista, regularmente proveniente de latitudes ultramarítimas respecto de las demandas latinoamericanas y colombianas.
Aunke es claro ke a una determinada ponderación
paradigmática de la realidad política concurren gobernantes y gobernados, creo
ke el énfasis de la responsabilidad en las prácticas políticas ke expresan y reeditan formas de pensar y sentir, recae en mayor grado en los
gobernados. Ya no tanto, pues, el quid del asunto estribe en las prácticas desviadas
(particularistas) de los políticos en un régimen tenido por democrático; sino, en la actitud permisiva, pasiva o indiferente de los gobernados ante lo ke los
gobernantes les hacen. Justificada, por de más, keda la consigna, de sesgo
lastimero: "un pueblo se merece sus gobernantes".
Así pues, una caracterización subjetivista de la
democracia vendría a ser coherente con un paradigma particularista de la
política ke se sustenta en la inevitabilidad de la corrupción como realización
de los grandes ponderados sociales, tales como justicia, ekidad y la propia democracia.
1. La cosa pública y su valor democrático
CONTINUARA...