Un cuestionamiento a la certificación de
alta calidad dada a Univalle
Nuestra Universidad del Valle ha obtenido
recientemente la flamante CERTIFICACIÓN DE ALTA CALIDAD (vigente por 10 años).
Deferencia gubernamental ke pretende reconocer el esfuerzo en la labor
formacional y aportativa al desarrollo de la nación. Para obtenerla, la Universidad
debió cumplir ciertos estándares en distintas líneas de calidad ke involucran
desde los instrumentos y planta física, pasando por procesos y procedimientos desempeñados,
hasta el valor humano (medido en las aptitudes y actitudes de docentes,
educandos, obreros y administrativos de la Universidad); todo esto en cauce de
cristalizar su misión.
El procedimiento evaluativo ke define el
mèrito certificado se constituye, palabras menos, por una etapa de
autoevaluación (porfiados en el talante autocrìtico universitario) y
contrastado por una evaluación de pares (dos o tres profesores externos, enviados
por un órgano creado para certificar—o demeritar—, ellos, difícilmente, pasan una
semana por la Universidad para esa misión y, en sus vidas, presumiblemente, han
estado en ella).
Más allá de lo ke a los pares les pueda
parecer — ¡un parecer formado y erudito!—
y, entonces, de sus veredictos, surge la duda sobre la “calidad”, “alta”, de
nuestra Univalle.
Sin ánimo de herir susceptibilidades,
apenas la del rector y administrativos en contubernio, no se hasta ké punto
algunos profes, estudiantes u otros, también; sustento la siguiente duda:
¿Existe un mutualismo entre los dos órganos, más o menos a modo: “yo-gobierno,
te certifico, tú-Univalle, me sirves de careta o santiguo ante los
cuestionamientos sobre la calidad de la educación en Colombia”, por el cual se
explica la certificación? Bueno, prefiero esta cuestión menor a una de talante
filosófico-epistemológico: ¿A ké calidad, en serio, se refiere esa
certificación? Ya se, el ejecutivo responderá, está definida por ley[2].
Reitero, dije: “en serio”. Es decir, calidad contrastable con la realidad. O,
por lo menos, con estas otras cuantas realidades aparentemente no trascendentales
para el veredicto ke certifica a “la mejor para los mejores”, realidades también
presentes de forma, diríamos, preponderante:
Orinal del IEP-Univalle. (Foto del 7 de mayo 2014)
1. Semestres anti-matemáticos ke desafían al tiempo. Todos aportamos, desde el profe ausente, hasta el asunto administrativo, y ni ké decir del mayúsculo abono del capucho con su pretensión tropelística, o el sorpresivo blokeo de recintos o cierre total del campus para “despertar la conciencia social de la gente”, o por “seguridad”, según lo decidió el gobernador y/o el rector por tal o cual evento o circunstancia. Y a esta suma, el contexto colombiano, fiesta a y por todo en días de semana, y el consabido catolicismo hegemónico (aunque la mayoría, católicos y no, prefieran no rezar, ni el acto procesional de SS u otro evento de nuestro rosario nacional). Semestres ke duran menos de cuatro meses, es decir, menos de 80 días de sesiones de clases. Akí el certificador, (¿) vio rendimiento (?): en menos tiempo la Institución desempeña la labor. Chulito.
2.
Cortes periódicos domésticos (no en el sector, ni en la ciudad, en la sede
Meléndez) de flu-ido eléctrico y de
agua. No pasa un “tetra-mestre”, en los últimos cinco años, sin tres, cuatro,
cinco o más fallas en estos servicios, obligando a cancelar actividades en la
sede principal de Univalle. Akí el certificador, (¿) vio conciencia ecológica (?):
expresada en el racionamiento de agua y electricidad. Chulito.
3.
Trato inadecuado de la biomasa de la ciudadela Meléndez (Cali). El rector manda
a construir jardines desechables, condenados a muerte por mala planeación o
déficit o inexistencia de mantenimiento. Eso sí, florecidos mientras pasa una
gala o certamen nacional o internacional. Del mismo modo ke manda a cortar o no
se da cuenta del corte de especies insignes como el árbol de caucho de la
frutería. Nunca lo olvidaré, ni lo perdonaré. O, de la misma forma ke manda o
no se da cuenta del ahogo, con fanegadas de tierra de escombros, a los árboles
ke circundan el lago, sepultándoles el cuello (área de anillo del tronco donde
se da la transición de tallo a la raíz). Los patos del lago principal, por
insistir con ejemplos de este trato, comen gracias a lo ke logren y a los
bultos de maíz ke doña Nancy, una secretaria del IEP, sagrádamente les compra
de su propio peculio. El rector, eso sí, conoce las iguanas y los patos, por
las fotos de sus campañas exhibicionistas de la conciencia ecológica
universitaria promovida desde su jefatura. Digo el rector (ke se apellida Ramos)
por ser el más fácilmente referenciable y por ser rector. Pero la conducta
anti-ecologista es masiva y frecuente. Akí el certificador, (¿) vio más conciencia
ecológica (?): unos buenos afiches en la pared, motivando la conservación de la
naturaleza. Chulito.
4.
Más biomasa. La… planta docente y obrera. Pueden decir lo ke kieran, pero los
profesores contratistas son más ke los de planta y son los de planta kienes
toman las decisiones, kienes administran –la aristocracia platónica—. Y aunque un
título de doctorado embellece una pared, tampoco es un rekisito muy tenido en
cuenta a la hora de contratar. Respecto de los obreros, se aumenta la carga
laboral, sin aumentar la planta y se mantiene la remuneración. La
administración pondera la contratación por prestación de servicio ante la
vinculación institucional (pauperización laboral), en coherencia con toda una
política de “bienestar social” nacional destinada al favorecimiento empresarial
antes que al obrero. Akí el certificador, (¿) vio personal calificado y bien
remunerado (?): sólo vio los diplomas de los doctores y sus salarios. Chulito.
5.
La necro-masa. Además de la biomasa
condenada a morir, antes de su tiempo de ciclo vital, por el catalizador de
ciertas decisiones administrativas, se suma la de las instalaciones o planta
física del campus, también catalizada a deterioro por similar impulso
administrativo (falta de planeación y ejecución). Las catacumbas de la FAI, la
edificación conocida como “Carpa de Melkiades” (pobre Melki), los auditorios de
Ingenierías, salones de clase, en general, sin ventilación ni iluminación
apropiadas, tuberías surtidoras y de cañerías (las colas de almuerzo en bajos
de Cafetería Ctrl. se ven espontáneamente refrescadas por inciertas mezclas de los
chorritos de estos tubos de antaño, como nubes artificiales, bien puestos, en el
cielo-raso, sobre nuestras cabezas)… ¿Ké vio el certificador? Ke importa: chulito.
6.
Por finalizar (este texto, podríamos hacer un vademécum de cuestiones), he
dejado al último los baños. Las fotos no hablan por sí solas. Pues estas no evidencian
el tiempo ke lleva un sanitario cerrado, o una poceta de meados como sugerente
remplazo al restaurante de Ctrl. cerrado: una sopa de hedor. Por no mencionar
las petrificaciones en las tazas inodoras de las heces ke, de tanto tiempo, han
perdido su pestilencia característica ¿Será eso o ke como necrófago nos
habituamos al “aroma”? El reproche nos va como usuarios y les va a
administrativos. El certificador, (¿) vio… algo de esto (?): no estuvo tanto
tiempo evaluando, o un "par" le prestó la llave de su toilet... Chulito.
Así
pues, a la pregunta sobre el mutualismo le subsidia otra: ¿la certificación es
la resulta de un esfuerzo sanitario: lo más sano entre una administración
abyecta universitaria y una política gubernamental hipócrita, ke proclaman al
unísono, como persignándose o pidiendo papel higiénico: “alta calidad”? Chulito.
Universitariamente,
Posdata: no desconozco la calidad de nuestra Univalle, pero aplaudirnos por encima de todo por una condecoración de dudosa procedencia, tiene el mismo sentido cofrade de kien condecora: ocultar ciertas realidades.
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