lunes, 16 de abril de 2012

a kè hora lee un guerrillo?: un ojo en la mira y el otro en el verso


Espero ke el término “guerrillo” no suene despectivo. Ya en lo más alto de una montaña, ya en el
hueco más profundo de la llanura selvática, ambos inexpugnables, ¿encontrará un guerrillo su
imperturbado—kieto—templo de lectura?
O, mientras trans-humeante, a pata y fusil, generalmente—o debiera decir: ¿comandantemente?—,
repasa una y otra vez el arte rupestre topográfico colombiano, ¿el señor comandante lee?
(Esperemos ke, amnistiados—o no—, se sepan emplear los conocimientos de los exguerrillos, unas
buenas y muy detalladas cartografías, por lo menos, sí se levantarían; eso siempre y cuando a ellos
antes no los hayan borrado del mapa)
O, al fragor del evadir los tiros del enemigo, al tiempo, ¿lee?—en cuyo caso el término lectura
intensiva adkiriría, creo yo, un nuevo sentido—.
Nunca, en los años (no importa la cantidad) ke llevo como experto en guerrilla—como la mayoría de
lxs colombianxs—, por eso puedo tratar este tema akí—como casi cualkier otrx colombianx podría
hacerlo: especular, pues—; nunca, decía, he escuchado de la “Columna móvil Homero”, o el frente
“Rufino José Cuervo”; o al menos una escuadrita—por aprovechar su fama y renombre internacional
— “la Gabo”. Bueno, lo digo sin ánimo de restar mérito a don Teófilo, a don Jacobo y demás ilustres.
Muy merecederos estos como akellos. Con méritos inparangonables, entre estos y akellos.
Podrán imaginarse: el honor rendido a los libros: leerlos. Como tal parece lo hace — ¿o alardea?— el
señor Timoleón Jiménez, en la cima, en la sima, en el hueco, eskivando balas, salibando miedo-
coraje en los dedos para pasar la página...Un ojo en la mira el otro en el verso.
Si tal honor, leer, fuera una constante en el hábito de ser colombianxs, posiblemente la parte de lxs
gobernadxs seríamos guerrillxs.
Así sería. Nuestros atakes guerrilleros arrasarían poblaciones enteras de analfabetismo,
bombardeándolas con Saramago, Balzac, Cervantes, de Beauvoir, Vallejos, Wittgenstein, Gonzales,
Proudhon, Nietszche, Brecht, Lenin, Marx, Weber, Pareto, Asunción Silva, Bukowski, Baudelaire,
Chomsky, Nozick, Rawls, Habermas, Zuleta, Neruda, Clausewitz, Morgenthau, Borges, Bakunin,
Shopenhauer, Galeano, Wilde, Hegel, Husserl, Sergway, Dalton, Rousseau, Schmitt, S. Mill,
Montesquieu, Fromm, Belli, Arendt, Basho, Restrepo, Goldman, Lovecraft, Poe, Sade, Darwin,
Einstein, Platon, Kropotkin, Gógol, Malatesta, Boaventura, Tucídides,Durruti, Unamuno, Tolstoi, Freud,
Dostoievski, Aristóteles, Durkheim, Trotsky, Castañeda, Wolf,...—la aleatoria lista indiscriminada es
puro efecto metralla—y hasta de el peruano Vargas Llosa y Gabo. Metralla es metralla, eso trae de
todo.
Y en lugar de una gran catedral rodeada de miseria a la ke hay ke pagar por una promesa de nada,
reconstruiriamos la plaza del pueblo con una enorme biblioteca pública—organizando, ahora sí,
categorías de autor, tema, géneros, etc., pero: ¿adónde pondríamos a Gabo?—, siempre abierta,
cuyo pago por acceso sería única y exclusivamente el interés y deseo de leer.
Y no pararíamos. Sakearíamos, por la libertad de los libros, bibliotecas privadas-cerradas—de esas
ke compiten como ornamento con la servidumbre y el jarrón Ming en la casa Zarzur—, deshaciendo
derechos de autor y promoviendo deberes de lectura mediante la reproducción masiva.
Celebraríamos la caída del lector heroíco ke pirateó y repartió textos sin medirse en cantidades ni
costos, y ke leyó y no dejó de hacerlo ni cuando la fuerza analfabestial del Estado llegó a ultimarlo,
torturándolo antes, kemando todo libro en su presencia, excepto el ke no pudieron arrebatarle de
sus manos y hubo necesidad gubernamental de incinerarlo con él; Tal como, maso, hacía el bombero
Montag de Bradbury en “Fahrenheit 451”.
Si hasta Timo puede. Nosotrxs la FARLC-EL (Fuerza Armada Revolucionaria de Libros de Colmbia-
Ejército Lector), también podríamos. Sustentados en la fuerza del los libros, llegaríamos a ser la
guerrilla más grande jamás antes vista, con tanto poder ke, además de una contundente derrota al
Estado iletrado, refundaríamos, no la patria, sino casi todo.
Tal cual, yo, por ejemplo, empezaría por convocar una bandada de palomas barrigonas, las
alimentaría con maíz remojado en laxante y las haría volar sobre el monumento de Sebastián
Moyano (Belalcazar), una vez vaciadas las palomas y cagado de tal forma el rostro del tirano
españolete, ke pareciera deshacerse como los últimos segmentos de velas alumbrando santo de
iglesia católica; pum, a tu mierda conkistador, al suelo. Porke toda revolución tiene su corolario
extático: jugar con la cabeza de algún tirano, me place sea uno.
Así proseguiríamos, escalaríamos el conflicto a tal punto ke tendríamos enfrentamientos de lecturas:
ké kizo decir la frase “dictadura del proletariado” o la interpretación del capítulo 68 de “Rayuela”, o
sobre la existencia de Homero, acaso más real ke la de su tocayo Simpson? O sobre la verosimilitud
de la infinidad del universo, o del efecto estimulante de las plantas y su mercantilización y
legalidad... Y así un sin fin de cuestiones ke difícilmente se resuelvan sin apasionamientos
conflictivos, pero ke no se resuelven si en nombre de ellos seguimos matándonos.
En lo económico, plantearíamos las necesidades de las personas por encima de las necesidades
estadísticas de la bolsa, como apenas una consecuencia de leer; en lo cultural, muchxs tenderíamos
a la idea de ke el nombre de Santiago de Cali, debería ir sin el Santiago, el de América AbyaYala... ,
como apenas una consecuencia de leer. Bueno, nadie pretenderá ke yo agote akí la lista de
consecuencias de leer, apenas enuncio ocurrencias.
En este sentido, el anterior, me gustaría ser un intelectual. No en el actual, mismo al ke rehusaron
Sartre o Camilo el sociólogo, uno de los pocos ke ha conocido la Universidad colombiana. Pero esto,
como aprender y saber leer, es tema para otra entrega.
Para cerrar, como supongo ke muchxs de kienes lograron llegar hasta este párrafo aún no saben de
ké diantres esoy hablando—a decir verdad, apenas si yo mismo tengo idea—, nos aclaro, o trato: el
máximo comandante de las FARC-EP, no muerto, Timochenko, ha vuelto a publicar, esta vez, acude
a la historia de las letras para intentar, a fe de conseguirlo, poner un argumento: la paz se construye
con base en la honestidad de kienes se enfrentan en la guerra. Pero más allá de lo ke él kiera ke
leamos como el fondo o eje de su artículo: “Sin más ases bajo la manga, Santos” 1, yo prefiero
kedarme en su forma, y de ella abstraigo un desafío revolucionario. No debería ostentar esta tal
semejante denominación, pero el analfabetismo en el ke tan plácidamente nos dormimos, hace del
abrir un libro un acto casi proscrito, pero no por una ley de la república, sino por una costumbre o
forma de vida en la república colombiana.
Cuidado señor Timochenko, una cosa es ke como oposición armada se le siga haciendo el juego al
gobierno para sustentar, así sea sin sustento inteligente, el gasto en la guerra; bien distinta, otra es,
ke nos kiera meter en una revolución: ke nos mande —tácitamente— a leer. Entre otras cosas,
nosotrxs—y sobre todo en la Universidad— ¿con ké tiempo señor T.? p.
1 En: http://mbsuroccidentedecolombia.org/inicio/timole%C3%B3n.html

2 comentarios:

  1. pues quienes dicen creer se esfuerzan por ignorar el poder de la palabra

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  2. no comprendo (o comprendo varias cosas) el comentario.

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diga l0 k se le ant0je & c0m0 kiera